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Ja 304 — loma, y su deseo de prevalecer sobre las iglesias de Oriente, con mengua de los derechos que sobre ellas posee el sucesor de Pedro. No tardaron en apropiarse sus patriarcas el fastuoso título de ecuménicos, 6 universales, y aprovechaban cuantas ocasiones se les ofrecían para ejercer actos de independencia y arro- garse poco á poco la supremacía sobre todas las igle- sias de Oriente. Semejantes tendencias no podían menos de terminar en un rompimiento. En efecto, Focio dió principio en el siglo IX al desdichado cisma, y Miguel Cerulario lo consumó á mediados del siglo XL 26. Focio. Ignacio, patriarca de Constantinopla, en cumpli- miento de un deber episcopal, negó á Bardas la sa- grada comunión á causa de la vida escandalosa que llevaba. Sucedió esto el año 857.-Indignóse tanto Bardas del proceder del obispo, que, llevado de su despecho, acusóle ante el emperador de un delito falso de lesa majestad ; y como Bardas ejercía deci- siva influencia en el ánimo del príncipe, no le fué difícil conseguir el destierro de Ignacio. Para sustituir al santo prelado, nombraron al ambicioso Focio, lego todavía, que en el espacio de seis días recibió, al efecto, todas las órdenes sagradas y la consagración episcopal. Apoyado en el auxilio del perverso favo- rito, el usurpador reunió á los obispos adictos á su causa y fulminó contra Ignacio sentencia de depo- sición y excomunión ; los obispos que no se confor- maron con esta sentencia, fueron desterrados. Persuadido Focio de que para afirmarse bien en su puesto necesitaba de la confirmación del Papa, no tuvo empacho para redactar una artera carta, en la que, desfigurando los h:chos, comunicab1 al ro ano pontífice la falsa noticia de haber renunciado Ignacio

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