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383 — obispo de Roma. Esta decisión fué confirmada en el concilio de Caleedonia, donde se otorgaron además á la mencionada silla derechos patriarcales sobre las diócesis de Asia, Ponte y Tracia, con protesta de los legados pontificios, que con otros muchos obispos salieron del concilio al conocer las pretensiones del obispo de Constantinopla y sus adeptos. Los Padres del mencionado concilio de Calcedonia redactaron con muy mal acuerdo el siguiente decreto-: « La silla de la antigua Romá goza merecidamente de los privilegios que los Padres la otorgaron, en atención á su carácter de ciudad imperial; y por el mismo motivo los ciento cincuenta obispos reunidos en el concilio de Constantinopla dieron iguales privilegios á la silla de la nueva Roma, juzgando con razón que, por ser Constantinopla ciudad adornada con el imperio y el senado, debe gozar de igual primacía y de los mismos privilegios que Roma en los negocios ecle- siásticos, ocupando el segundo lugar después de ella. » Los romanos pontífices se opusieron tenazmente á estas pretensiones ; primero porque se oponían á lo ya establecido en el concilio de Nicea, y segundo por- que perjudicaban á los derechos de los patriarcas de Antioquía y Alejandría. Además,es un error pensar que la Iglesia romana tuviese su primacía y sus pri- vilegios, cedidos por los Padres ó por ser capital del imperio ; cuando los tiene exclusivamente por ser la Sede de Pedro, á quien Jesucristo dió la suprema po- testad. Sin embargo, andando el tiempo, los romanos pontífices dejaron ya de quejarse de las pretensiones de Constantinopla, y aun las confirmaron después en el concilio cuarto de Letrán, celebrado en el año 1205. Estas exigencias ponían bien de manifiesto la envidia y animosidad de Constantinopla contra

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