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— 300 — biando los innovadores ; esas mismas variaciones in- dican claramente que no contienen la verdadera fe, sino la fe de las circunstancias y de la política ;» argumento desarrollado por Bossuet contra los pro- testantes doce siglos más tarde en su Historia de las variaciones de las iglesias protestantes. S. Jerónimo. Aficionado en demasía á los clá- sicos paganos, no encontraba gusto Jerónimo en el estudio de las Santas Escrituras, hasta que avisado por el cielo en cierta visión, abandonó la literatura profana y se consagró enteramente al estudio é inter- pretación de los Libros Sagrados. Varón de mucha austeridad y de profunda erudición, poseía perfecta- mente el latín, el griego, el hebreo y el caldeo ; escri- bió muchos libros sobre diversas materias en elegante estilo ; y trabó muchas contiendas con los herejes, cuyos sofismas desmenuzó con la fuerza de sus razo- nes y de su elocuencia. Por encargo del papa Dámaso tradujo al latín las Santas Escrituras ; esta versión sustituyó á la antigua Ítala, y es la adoptada por la Iglesia latina, conociéndosela con el nombre: de Vul- gata. El Antiguo Testamento lo tradujo casi todo del original hebreo, y en el Nuevo adoptó la versión Ítala con las enmiendas y correcciones que le pare- cieron convenientes conforme al original griego. S. Ambrosio, arzobispo de Milán, se distinguió en promover la piedad cristiana y en oponerse enér- gicamente á las pretensiones de los arrianos, apoyados por la emperatriz Justina. En todos los actos de su vida se mostró muy digno obispo, combatió victorio- samente las herejías, impidió que S maco, prefecto de Roma, lograra restaurar los ritos idolátricos, y ante- poniendo el servicio de Dios á todos los humanos res- petos, reprendía con gran firmeza los delitos, sin con- descender jamás ni aun con el mismo emperador. Vedó á Teodosio la entrada en la Iglesia por haber

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