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—. 297 22. Santos Padres de la Iglesia. En los primeros siglos de nuestra era dióse el nombre de Padres de la Iglesia á aquellos varones que sobresalieron entre los demás fieles en santidad y sabiduría, los cuales fueron el baluarte de la cris- tiana religión por sus sabios escritos, virtudes he- roicas y celo infatigable. Justamente merecen este título de Padres de la Iglesia, porque gracias á sus esfuerzos y á su sabiduría se conservaron muchas Iglesias en la pura fe de Jesucristo y otras volvieron á ella después de haber permanecido mas ó menos tiempo en comunión con alguna secta disidente. Tantos y tan graves eran los errores que los malos cristianos esparcían entre los fieles, llevados de su soberbia y de su excesiva estimación á invenciones propias, que la Iglesia corría inminente peligro de sucumbir ; mas la obra de los Santos Padres conjuró en gran parte este peligro y ayudó eficazmente á conservar incólume el depósito de la fe. Unos publicaron sus escritos en griego, y otros en latín ; de ahí la denominación de Padres griegos y latinos. 23. Santos Padres griegos. Los principales Padres griegos son los siguien- 0es:: S. Atanasio, patriarca de Alejandría, martillo del arrianismo y defensor incansable de la fe católica, por cuya causa padeció muy graves persecuciones y sufrió con indecible constancia las más infames calumnias, inventadas por sus enemigos. S. Basilio, obispo de Cesarea, considerado como el padre de los cenobitas en Oriente, firmísimo sostén de la verdad católica y la eterna pesadilla de los here- jes arrianos. El emperador Valente no halló manera

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