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— 241 vero á promulgar un edicto, prohibiendo la religión erist ana como nueva y contraria á las leyes romanas, é imponiendo terribles penas á quienes se atrevie:an áabrazarla. Fué esta una persecución r.uy angrien- ta, en a que se emplearon el destierro, las cá: celes, la cruz, el ecúl o, las bestias fieras y las uñas de acero para acabar con los adoradores de Cristo. Fueron víctimas de esta persecución: en Alejan- dría, Leónides, padre de Orígenes, y la virgen Pota- miana con su madre Marcela; en Lión, el obispo Ire- neo con otros 19.000 cristianos; y en Cartago, las distinguidas damas Perpetua y Felícitas, arrojadas con otros muchos cristianos á las fieras. Con ocasión de las persecuciones suscitadas por los emperadores romanos contra los cristianos, envió Dios á su Iglesia á algunos varones dotados de gran sabiduría y elocuencia, para defender á los cristianos de las infamias que les atribuian los gentiles. Eran éstos los apologistas, entre los cuales se distinguieron Justino, Tertuliano, Orígenes y Lactancio. 10. Sexta persecución, bajo Maximino. (Año 235.) Gracias á la tolerancia del emperador Alejandro, el tristianismo se extendió notablemente por el im- perio, y los fieles comenzaron á construir pública- mente iglesias para celebrar los divinos misterios, los cuales sólo á ocultas venían celebrándose hasta en- tonces. Por desgracia duró pocos años esta relativa libertad concedida al culto del verdadero Dios, porque álos trece años de su reinado Alejandro fué asesinado por unos oficiales del ejército juntamente con su ma- dre Mamea, probablemente cristiana, y en su lugar fué saludado emperador Maximino, natural de un oscuro lugar de Tracia, quien de pastor de ovejas llegó á ser prefecto de reclutas. Hombre bárbaro por

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