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ahinco perseguía á un venado, apareció súbitamente entre las astas del cuadrúpedo la tierna imagen de Cristo Crucificado, invitándole á los goces de una vida perdurable. Iluminado Eustaquio interiormente por la gracia divina, abrazó el cristianismo juntamente con su mujer Teopista y dos hijos pequeños, Agapito y Teopisto. Tras muchas é increíbles calamidades, sufridas con indecible paciencia, llegó Eustaquio á tal extremo de miseria, que para atender al sustento de la familia vióse en la precisión de partir para lejanas tierras, ¡Pobre Eustaquio! En el camino perdió rimeroá su mujer, y luego uno tras otro á sus dos hijos; y transido de dolor el corazón, desconocido de todos y sin recursos pecuniarios, dióse á ganar la vida en el penoso empleo de labrador. Llamado más tarde por Trajano para combatir á algunos pueblos bárbaros que se habían entrado por tierras del imperio, Eustaquio consiguió de sus enemigos la más completa victoria, y libró al imperio de la ferocidad de los bárbaros ; mas esta hazaña no le consoló tanto como el haber encontrado, después de catorce años de ausencia, á sus dos hijos, Agapito y Teopisto, y dos años después también á su esposa, Eustaquio, acompañado de Teopista y los dos hijos, marchó á Roma para recibir los honores de triunfo que el emperador Adriano decretó concederle por su brillante campaña contra los enemigos del imperio. El victorioso general condescendió con todos los gustos del emperador ; pero al convidarle éste á ofre- cer sacrificios á los dioses, negóse resueltamente Eustaquio á complacerle. Ciego de ira Adriano, y olvidando los servicios prestados por el famoso gene- ral, le condenó á ser arrojado á las fieras en unión de Feopista y sus dos hijos. Los hambrientos leones no osaron acercarse á estos cuatro santos sino para la-

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