BCCPAM000313-2-05000000000000

275 — narse el espectáculo de un inmenso incendio, hizo prender fuego á la ciudad por sus cuatro lados. Seis días duró el incendio, en el que, de catorce barrios que formaban la ciudad, tres quedaron enteramente destruidos, en otros siete quedaron algunos restos de edificios quemados, y sólo cuatro escaparon de la vo- racidad de las llamas. Nerón contemplaba esta horri- ble hecatombe con sin igual placer y perfidia desde lo alto de una torre, mientras, disfrazado de come- diante, recitaba unos versos compuestos por él mismo sobre la toma de Troya. Grande fué el enojo del pueblo contra el empe- rador tan pronto como se enteró de que era éste el autor de tan detestable crimen ; y por más recursos que empleara el tirano para desviar de sí las sospe- chas del pueblo, no lo consiguió. Entonces atribuyó el muy pérfido á los cristianos la vil acción que sólo él había cometido, confiando no sin motivo que, como tan aborrecidos de los paganos, éstos los creerían capaces de tamaña atrocidad. Hizo, pues, arrestar á cuantos hacían pública profesión del cristianismo; y habiendo descubierto por éstos gran número de cristianos, hizo atormen- tarles con diversos suplicios. Unos eran condenados á la hoguera, otros crucificados, á algunos los arroja- ban vestidos con pieles de animales á perros ham- brientos, y metiendo á otros en sacos embadurnados con pez y azufre, los colgaban de unos postes en los jardines del emperador, á: fin de que, prendiéndoles fuego á la caída de la tarde, sirvieran de iluminarias al populacho. A la luz de aquellas horribles antorchas se veía á Nerón guiando su carroza, al igual que en los juegos del circo. Gran pena causaba á los nismos gen- tiles ver sacrificadas tantas vidas con tan horribles suplicios no al bienestar común, sino al capricho y gusto de uno solo.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz