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— 261 á doce hombres que habían recibido solamente el bautismo predicado por Juan Bautista, y en el espa- cio de dos años cobró tanta fama, gracias á la multi- tud de sus milagros, que las gentes porfiaban por apo- derarse hasta de los pañuelos usados por el apóstol, para aplicarlos á los enfermos y posesos. Gran número de paganos abrazaron la fe de Jesucristo, y vinieron á Pablo á confesar sus pecados ; y muchos de los que hasta entonces se habían dedicado á prácticas supers- ticiosas, trajeron los libros en que se enseñaban estas perversas artes, para quemarlos públicamente ; hasta 30.000 denarios se calcula que ascendería el precio de los libros de este género entregados á las llamas. Un tal Demetrio, platero de profesión, que se de- dicaba á hacer pequeñas estatuas de plata de la dio- sa Diana, juntándose con otros de su oficio, probó de amotinar al pueblo en contra del apóstol, debido á cuyas predicaciones había menguado notablemente la venta de sus imágenes. Salióle el intento muy á su gusto y satisfacción, pues numerosos grupos de paga- nos comenzaron al punto á recorrer la ciudad en ac- titud hostil á los cristianos al grito de « ¡Grande es Diana de Éfeso! ». Para escapar de sus iras y evitar la muerte ó algún grave atropello, dejó Pablo de com- parecer en público á ruego de los fieles. Estando en Mileto, envió á llamar á los principa- les de la Iglesia de Éfeso, de quienes quería despedir- se. «Ya sabéis, les dijo, con cuánta solicitud heme esmerado por la salud de vuestras almas, anunciándo os la fe de Jesucristo desde mi llegada á vuestra tie- rra, y de cuántas asechanzas se han servido los ju- dios para prenderme, mientras he vivido entre vos- otros, exhortándoos, así en las plazas como dentro de vuestros hogares, alarrepentimiento de vuestros peca- dos y á abrazar la doctrina de Cristo. Ha llegado ya la hora de nuestra separación, y es voluntad del Espí-

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