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cx 0 w o ME: evangelio á los gentiles, se dirigieron primeramente á Pafos, en la isla de Chipre. Tan pronto como su arribo llegó á o dos del procónsul romano Sergio Paulo, in- tentó éste llamarlos para oir hablar á Saulo, mas un mago judío, llamado Elimas, procuraba disuadirle de su empeño. Enterado de ello el apóstol presentóse á Elimas, diciéndole con gran energía : «¡Oh pér- fido enemigo de la justicia é hijo del diablo ! ¿cuándo cesarás de poner estorbos á los designios de Dios ? La mano del Señor será sobre ti, y tus ojos no verán la luz hasta el día que él tiene señalado. » Dichas estas palabras, el mago qu có enteramente ciego, y el pro- cónsul romano abrazó la fe de Jesucristo. Desde esa fecha Saulo cambió su nombre por el de Pablo. En Li stra de Licaonia Pablo curó á un hombre que estaba completamente balíado desde su naci- miento, y, merced á este milagro, tal respeto y admi- ración le cobraron sus habitantes, que, teniendo á los dos apóstoles por dioses bajados del cielo en forma humana, trataron de ofrecerles sacrificios. Cuando Pa- blo y Bernabé se enteraron de su loco intento, corrie- ron hacia ellos, gritando, traspasados del más vivo dolor : « ¿Qué vais á hacer, desgraciados ? Nosotros somos hombres miserables y sujetos á la muerte co- mo vosotros. »Poco después instigados esos mismos por algunos judíos de Antioquía é Iconia. apedrearon á Pa- blo, y le arrastraron medio-muerto fuera de la ciudad. 70. El concilio de Jerusalén. Una grave discordia, relativa á la observancia de la ley mosaica, se suscitó entre los cristianos. Algunos judíos convertidos dijeron á los gentiles bautizados, que no se salvarían si dejaban de cumplir los precep- tos de la ley de Moisés. Pablo y Bernabé emplearon toda su sabiduría y elocuencia para desvanecer ese error; mas á fin de terminar con más acierto las di-

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