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— 244 | ¿ lo cual, cayó Ananías desplomado á los pies del po | ; tol. Al cabo de tres horas tuvo la misma desgracia sy qn mujer Safira, comprometida con su marido pary pa tratar de engañar á los apóstoles. q A | 58. Pedro y los demás apóstoles sufren prisión y azotes 11 por Jesucristo. « E A los triunfos obtenidos, nuevos y más ruidosos añadían cada día Pedro y los demás apóstoles, y tal entusiasmo despertaban en Jerusalén su doctrina y milagros, que las gentes ponan por los caminos á los enfermos para que, al pasar Pedro, su sombra los tocara, y se curasen. Cada grito de acción de gra- cias escapado de la boca de algún enfermo curado por los apóstoles, resonaba en los oídos de los príncipes de los sacerdotes como el estruendo del trueno ó el estampido de un volcán en erupción ; y recelosos de ver engrosar día por día las filas de los seguidores de Jesús, con mengua de las suyas propias, prendieron á los apóstoles y los metieron en la cárcel. ¡Vano empeño ! El ángel del Señor acudió de noche en su auxilio, y los sacó afuera sin apercibirse los guardias. Reunidos al siguiente día los príncipes de los sa- cerdotes en el San edrín, ordenaron comparecer á los apóstoles. ¡Qué desengaño ! Los ministros en lugar* de traer los presos, traen la noticia de que los encar- celados estaban predicando libremente su doctrina en el templo. Ciegos de furor al ver la inutilidad de sus esfuerzos, no sabían qué partido tomar; resueltos, sin embargo, á hacer un escarmiento, ordenan que se los presenten, para echarles en cara su atrevimiento y osadía. «¿No os hemos prstlbido, les dijeron, que enseñaseis la doctrina de Jesús ? ¿Cómo os atrevéis á despreciar así nuestras rdenes?»— Pero Pedro res- pondía con firmeza: « Debemos obedecer á Dios pri- mero que á v s.tro:.»
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