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' Y 3 ce? E por nuestra propia virtud hubiésemos hecho andar á este hombre ? El Dios de nuestros padres ha glorj: ficado á su Hijo Jesús, á quien vosotros delatasteis4 Pilato. ¡Oh! tuvisteis compasión de un homicida, y no os ruborizasteis de pedir la sangre del Justo y Santo ! ¡Quitasteis la vida al que es autor de ella! Mas Dios le ha resucitado de entre los muertos ; nos- otros somos testigos de su resurrección. Yo sé que no por malicia, sino por ignorancia hicisteis morir en la cruz al Ungido del Señor. As pues, haced peniten- cia, convertíos de veras á Dios, para que sean perdo- nados vuestros pecados. Habló Pedro en esta ocasión con tan brillante resultado, que se convirtieron cinco mil personas. 56. Pedro y Juan delante del Sanhedrín. No salían de su asombro los príncipes de los sa- cerdotes con las nuevas que recibían de los milagros y conversiones, obrados por Pedro y sus compañeros; y para deliberar sobre lo que sería más conveniente hacer con ellos, resolvieron reunirse en asamblea al siguiente día. Allí fueron obligados á comparecer Pe- dro y Juan para responder á este cargo : « ¿Con qué potestad, ó en nombre de quién habéis curado al men- digo ?» — A lo cual respondió Pedro: « Príncipes del pueblo, nos preguntáis por el beneficio que aca- bamos de prodigar á un hombre, á saber, la curación del mendigo ; y nosotros venimos á deciros que este prodigio lo hemos obrado por el nombre de Jesú; Nazareno, al cual vosotros cr cificasteis y Di s le ha resucitado. Este es la piedra, por vosotros desechada, y puesta ahora como piedra angular. El es nuestra salud, y debajo del cielo no hay otro nombre, fuera del suyo, en el que podamos salvarnos. » No hallando aquellos qué replicar á las enérgicas palabras del príncipe de los apóstoles, intimáronle

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