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sin Da namente ; en cambio no hacía caso de los sacrificios de Caín, lo cual enojaba á éste muchísimo, y le hacía andar con semblante abatido. Dícele el Señor: ¿Por qué motivo andas enojado ? ¿No es cierto, por ventura, que, si obrares bien, serás recompensa- do, pero, si mal, el castigo del pecado estará siempre delante de tus ojos ? » Caín no hizo caso de los avisos de Dios, antes por el contrario alimentaba con mayor furor la envidia que contra su hermano había prendi- do en su corazón. Un día convidóle hipócritamente Caín da muerte á su hermano. á pasear, y estando los dos en el campo, Caín acome- tió á Abel, y le mató. Entonces Dios, juez y padre misericordioso al mismo tiempo, le pregunta : « ¿Dónde está tu her- mano Abel ? » Estaba Caín tan endurecido en la mal- dad, que, sin conmoverse á la voz de Dios, contesta lleno de insolencia ; « No lo sé : ¿soy yo acaso guarda de mi hermano ?» Maldíjole, pues, el Señor, y conde- nóle á andar errante y fugitivo por la tierra. Caín ex- clamó, desesperado: «Es mucha mi maldad “para

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