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233 — Salvador, su cuerpo había ya desaparecido. Al cabo de poco tiempo se retiraron, y quedó sola María Mag- dalena, que, deshecha en llanto y llena de ansiedad y de angustia, bajó á registrar de nuevo el sepulcro. «Mujer, ¿por qué lloras ? » le preguntaron los dos ángeles que allí estaban sentados. María contestó: «Porque se han llevado á mi Señor y no adivino dónde le habrán puesto ; » y como, al decirl ., volviese el rostro, vió allí cerca á Jesús en traje de hortela- no, el cual, á su vez, le pregunta: «¿A quién buscas, mujer ? ¿Por qué te afliges 2» — « ¡Ah ! respondió la Magdalena, si t 1 le has sacado, dime por favor dón- de lo pusiste, para que me lo lleve. » Entonces la lla- mó Jesús por su nombre : «¡María ! » — « ¡Oh Maes- tro mío | » contestó ella echándose á sus pies. Al despedirse, encargóle Jesús que dijera de su parte á sus discípulos : «Subo á mi Padre, que á la vez es vuestro, á mi Dios y á vuestro Dios. » 3. Aros piscípuLOs En Emaús. — En la tarde de aquel mismo día iban dos discípulos á una aldea, llamada Emaús, distante de Jerusalén cosa de dos leguas. En el camino incorporóseles Jesús, sin darse á conocer ; y después de saludarlos, les preguntó cuál era el motivo de su tristeza, pues los veía tan afligi- dos. Sorprendidos ellos de su pregunta, le dijeron : «¿No: estás enterado de lo que acaba de suceder ? ¿No ha llegado á tus oídos el nombre de Jesús, cele- bérrimo profeta, poderoso en obras y en palabras, á quien los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo le han hecho morir en una cruz ? Nosotros esperábamos que él libertaría á Israel, y, sin embargo, han ¡asado ya tres días desde que sucedieron estas cosas ; y aunque ha cundido entre los nuestros la no- licia de su resurrección, no nos atrevemos á darle aún entero crédito. » — El desconocido viajero tomó la palabra para desaprobar su poca fe en estos términos : A 5 RERERTTIRA TUE pl | Ñ Y 5

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