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— 231 — es que, cayendo al suelo, permanecieron un buen rato abrazados-con la tierra. Cuando volvieron en sí, huyeron despavoridos, y fueron á contar á los príncipes de los sacerdotes yá los ancianos del pueblo el extraño acontecimiento que acababa de tener lugar en el sepulcro de Jesús. ¡Qué funesta impresión, qué confusión tan rabiosa produjo esta relación en los ánimos de los asesinos del Salvador ! Sentíanse humillados, veíanse venci- dos por el Galileo, cuyo triunfo pretendieron ocultar, sobornando á los testigos que lo presenciaron. Dié- ronles una buena cantidad de dinero, á fin de que di- vulgasen por la ciudad que los discípulos, aprove- chándose de la oscuridad de la noche, se habían lle- vado el cuerpo de su Maestro, mientras ellos dor- mían. ¿Para un negocio tan grave y trascendental presentáis tes- tigos que duermen ? Se ve que también vosotros estáis dur- miendo, cuando, después de tanto cavilar, venís con testimo- nios soñados. 49. Apariciones de Jesús después de su resurrección. l. A LAS SANTAS MUJERES. — Las piadosas mu- jeres que asistieron á la muerte de Jesús, fueron muy de mañana á su sepulcro provistas de aromas y per- fumes con objeto de ungir el cuerpo del Salvador. En el camino se decían muy contristadas: « ¿Quién nos quitará la piedra que cierra la entrada del sepul- ero ?» Mas ¡cuál fué su asombro, al ver la piedra se- parada y el sepulcro vacío ! María Magdalena volvió presurosa á Jerusalén á dar parte á los apóstoles de lo que acababan de ver, mientras sus compañeras da- ban rienda suelta á los sollozos y á las lágrimas. Dos ángeles en figura de gallardos mancebos vi- nieron á consolarlas en su aflicción. « No temáis, les dijeron, viéndolas asustadas; vosotras vens á ver * y a a er O, OS der As 7 de A
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