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— 226 — 45. Jesús camina hacia el Calvario. Apresuráronse los judíos á dar cumplimiento á la inicua sentencia ; quitaron á Jesús el manto de púrpura, pusiéronle sus propios vestidos, y, cargán- dole sobre los hombros una pesada cruz, le canduje- ron al Calvario, ó Gólgota, sitio designado para cru: cificarle. Apenas salió Jesús del pretorio, cayó en tierra debajo de la cruz, rendido de fatiga y medio- muerto por los tormentos sufridos . Los judíos obli. garon á un tal Simón, natural de Cirene, á que ayu- dase á Jesús á llevar su pesada carga, lo cual no impi- dió para que éste cayera otras dos veces más, antes de llegar á la cumbre del Calvario. Entre la gran turba de gente que acompañaba al ajusticiado, distinguíanse algunas mujeres, cuya na- tural ternura las obligaba á llorar copiosamente, compadecidas de la desgracia de Jesús. Este les de- cía : « Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos ; porque si así tratan al madero verde, ¿cómo tratarán al seco ?» 46. Crucifixión y muerte de Jesús. Llegados al Calvario, tendieron á Jesús sobre la cruz, y en ella clavaron sus pies y sus manos. Dos la- drones, uno á cada lado de Jesús, fueron también colgados en sus respectivas cruces. Cuando apareció Jesús sobre la muchedumbre, clavado en aquel ma- dero infame, una vocería infernal, salida de los pe: chos de sus implacables enemigos, celebraba su des- gracia y su dolor, « ¿No decías tú, exclamaban, que si derribaban el templo, le reedificarías en tres días? Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz para que te creamos. » A sus burlas contestaba Jesús paciente mente : « Padre mío, perdónalos: que no saben lo que hacen. » »

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