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— 25 mandar crucificar ? » repuso el juez. Y los judios : «No reconocemos otro rey sino el César, » Pilato replicó : « Pod is, si os place, crucilicarle vosotros mismos; yo no, porque noencuentro motivo para ello. » — Mas los judios insistían : « Nosotros tenemos una ley, según la cual debe morir, porque se dice Hijo de Dios. » Estas palabras arredraron en gran manera al goberuador romano, que, no obstante, buscaba me- dio de dar libertad al acusado, pero sin arriesgar sus intereses personales ni la gracia de sus subordina- dos. Conociendo lo cual, amenazaron los enemigos de Jesús al débil magistrado con la desgracia del em- perador. « Si sueltas á ese hombre, le dijeron, no eres amigo del César, porque todo el que se hace rey, se declara contra el César. » Con esta amenaza los ju- díos lograron ofuscar el ánimo de Pilato, quien temien- do perder la gracia del emperador, abandonó el par- tido de Jesús y los fueros de la justicia, para dejarse llevar de los manejos del odio y de la envidia. Sen- tóse en su tribunal, mandó que le sirvieran agua, y lavándose las manos á la vista del pueblo, exclamó: «Soy inocente de la muerte de este justo ; vosotros sercis los responsables. » — El pueblo judío contestó 4 una voz : «¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!» Entonces Pilato dictó sentencia, condenando á Jesús á morir crucificado. Ímitan la iniquidad de Pilato los que, para el feliz éxito de sus empresas, no consultan á su conciencia ni siguen los die- ltámenes de la justicia, sino que, rigiéndcse únicamente por las reglas que dicta el egoísmo, nada les da atropellar los más sa- grados derechos, si ello contribuye al logro de sus ambiciosas aspiraciones. Olvidan estos desgraciados ó aparentan olvidar que, á la larga ó á la corta, el Señor dará á cada uno su mereci- do, y vengará á la justicia de las arbitrariedades de los hom- bres. 8 4005
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