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blo, y les dijo : « Yo no hallo culpable á este hombre de ninguno de los delitos que le imputáis, y aun el mismo Herodes no ha encontrado suficiente motivo para condenarle á muerte. » 42. Barrabás preferido á Jesús. Indeciso Pilato sobre el partido que debería tomar, vino su mujer á aumentar su perplejidad, re- firiéndole las congojas que había pasado en sueños durante la noche con motivo del proceso del inocente acusado. Para librarlo de la saña de aquellos calum- niadores, recurrió el atribulado juez á un medio, que juzgaba de éxito seguro. Era costumbre que el gober- nador diera libertad á un preso en la P>:cua; y como á la sazón se hallaba en la cárcel un gran malhechor, llamado Barrabás, creyó el juez romano que, colo- cando al pueblo en la alternativa de librar á Jesús ó soltar á Barrabás, optaría por la libertad de Jesús. Confiado, pues, en su ardid, dijo á los judíos: «¿A quién de los dos queréis que os suelte, á Barrabás 04 Jesús ?» — «A Barrabás ; » respondieron los ju- díos á instigación de los escribas y fariseos. « ¿Qué haré entonces de Jesús, llamado Cristo ? » repuso Pi- lato. — Y ellos : « Crucifícale. » — El juez añadió: ¿Qué motivo hay para crucificarle ? ¿Qué mal ha hecho ? Mas los judíos gritaban desaforadamen- le : « Crucifícale, crucifícale. » 43. Jesús es azotado y coronado de espinas. Viendo Pilato la obstinación de los judíos, man- dó á los soldados que azotaran á Jesús. Cumplieron éstos la orden del juez con tanta inhumanidad, que, abriendo heridas sobre heridas en el cuerpo de Jesús, dejaron los l»uesos al descubierto. tecordando luego que había sido acusado de querer hacerse rey, le llevaron con gran algazara al

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