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219 de su doctrina y del paradero de sus discípulos. Jesús respondió : « Yo he enseñado siempre en público,y no he andado buscando adeptos en el secreto ó en la oscuridad. ¿Por qué, pues, me lo preguntas? Pre- gunta á los que me han escuchado ; ellos te darán ra- zón de mi doctrina. » Al oir esta respuesta, uno de los criados del Pontífice dió á Jesús una terrible bofeta- da, diciendo : « ¿Es esta manera de responder al prín- cipe de los Sacerdotes ? - Mas Jesús, recibiendo con admirable paciencia esta injuria, dijo al criado: Si falté en algo con mis palabras, deberías primero prolármelo ; pero si hablé bien, ¿por qué me hie- res ? » Entretanto, los escribas y príncipes de los sacer- dotes recibieron órdenes apremiantes para que acu- diesen á casa del Sumo Pontífice Caifás. All com- pareció Jesús para ser juzgado por sus enemigos más irreconciliables. Presentáronse varios testigos falsos; pero resentido el Sumo Pontífice porque sus declara- ciones no eran suficientes para motivar una sentencia de muerte,se levantó furioso de su asiento, y pregun- tó á Jesús : « ¿Nada dices para defenderte de los car- gos que se te hacen ?» — Mas Jesús callaba. « Te mando en nombre de Dios vivo, prosiguió Caifás, que nos digas si tú eres el Cristo, Hijo de Dios. » — «Sí, yo soy, contestó Jesús ; y os aseguro que un día veréis venir sobre nubes del cielo al Hijo del hombre, sen- tado á la diestra de la majestad divina. » Oyendo lo cual, rasgó el Gran Sacerdote sus ves- tiduras, aparentando indignación hipócrita, y, diri- giéndose á los circunstantes, exclamó : « ¿Qué nece- sidad tenemos ya de testigos ? ¿Hab¿is o do la blas- femia ? ¿Qué os parece ? - Los concurrentes gri- taron á una voz : «¡Reo es de muerte! »

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