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po y su sangre, para mantenimiento de sus almas, cuyas vidas no podrían conservarlas, si dejaban de alimentarse de aquel manjar celestial. «Mi carne, les decía, es verdadera comida, y mi sangre, verdadera bebida. Quien comiere de mi carne y bebiere de mi sangre, tendrá vida eterna ; mas quien dejare de co mer de mi carne y no bebiere de mi sangre, no yj- virá. A este fin, estando todavía en la mesa, tomó el pan en sus santas y venerandas manos, alzó los ojos al cielo, y luego de dar gracias á su Eterno Padre, lo bendijo, partió y distribuyó á sus discípulos, dicien- do : «Tomad y comed ; éste es mi cuerpo, que será entregado por vosotros. » Tomó después el cáliz, y habiendo dado gracias al señor, lo bendijo también y distribuyó, diciendo : « Bebed todos de él ; ésta es mi sangre, la sangre de la nueva alianza, que será derra- mada por vosotros y por muchos en remisión delo; pecados. Haced esto en memoria mía. » Con estas pa- labras convirtió Jesús el pan en su propio cuerpo y el vino en su propia sangre, instituyendo de este modo el augusto sacramento de la Eucaristía. 34. Jesús anuncia la traición de Judas y la negación de Pedro. Judas Iscariote habíase vendido á los príncipes de los sacerdotes y á los fariseos por treinta monedas de plata para entregarles á Jesús á la primera co- yuntura. Jesús, que no lo ignoraba, dijo á sus discí- pulos, refiriéndose al traidor: «En verdad os digo que uno de vosotros me entregará á mis enemigos. » Como nadie sabía por quién decía aquellas palabras, llenáronse todos de terror y angustia, mirábanse unos á otros, y con el semblante lívido de tristeza pregun- taban uno por uno al Salvador : « ¿Por ventura soy yo, Señor ?» — Jesús contestó : «Uno de los doce,
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