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Maestro mío, replicó Pedro, pero no me lavarás los pies jamás. » - Si no te los lavare, añadió Jesús, no tendrás parte conmigo. » «Si así es, exclamó Pedro extendiendo los pies, con gusto me dejaré lavar no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza. » «No es menester tanto, prosiguió Je- sús ; quien se conserva limpio, no necesita lavarse si- Jesús lava los pies á sus discípulos. no los pies, y vosotros lo estáis efectivamente, aunque no todos. Terminada la ceremonia, quitóse Jesús la toa- lla, retiró el lebrillo y, volviendo á sentarse á la mesa, dijo : « Vosotros me llamáis Señor y Maestro, y te- néis razón, porque en verdad lo soy. Si, pues, yo, “vuestro Maestro y Señor, os he lavado los pies, voso- tros también debéis lavároslos unos á otros: ejem- plo os he dado, para que hagáis lo que yo he hecho. » 33. Institución de la Sagrada Eucaristía. Había Jesús prometido á sus discípulos que les daría pan vivo bajado del cielo, á saber, su cuer- .

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