BCCPAM000313-2-05000000000000

e ME blo, que le aclama por su rey y por el Enviado de Dios ; y de ahí á pocos días, ese mismo pueblo le niega en presencia de Pilato y pide á gritos su sangre. ¡Cuán engañados viven los que ponen su afición en los vanos aplausos de las gentes, v no se cuidan de agradar á Dios, el cual no cambia ! La nota discordante en este universal concierto de alabanzas y vítores la dieron los fariseos. envidio- sos del triunfo colosal logrado por Jesús. « Maestro, decían í éste, devorados por la rabia, manda callar á tus discípulos. » - Os aseguro, les contestó, que si éstos callasen, hasta las piedras gritarían en su 'ugar. » De pronto estremécense los ánimos, y una ráfa- ga de asombro y de melancolía circula por los ros- tros de los circunstantes. ¿Qué ha pasado ? A la vista de Jerusalén, lloró Jesús amargamente, previendo el crimen que iba á cometer la ciudad de ahí á pocos días y las calamidades que lloverían sobre ella. « ¡Ah! decía suspirando; si tú conocieras, al menos este día lo que te conviene para tu paz ! Mas no, eso está aho- ra Oculto á tus ojos. Serás cercada de tus enemigos, sucumbirán tus hijos dentro de tu seno, y no quedará en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación. » 30. Profecía sobre el fin del mundo. — El juicio final. Decía Jesús á sus discípulos, refiriéndose al fin del mundo : «Luego de haberse predicado el evange- lio en todas las naciones de la tierra, y trascurridos los años señalados por el divino Hacedor, el sol se eclip- sará, la luna perderá su refulgente brillo, caerán las estrellas, y las virtudes del cielo sentirán horrible es- tremecimiento. ¡Oh qué día será aquel ! El mar con sus bramidos temerosos y el ímpetu de sus olas lle- nará de terror y angustia la haz de la tierra,y los hom- bres serán poseídos de indecible espanto á la vista de los pavorosos acontecimientos de la moribunda na:

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz