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el rostro, azotarle y coronarle de espinas, lo llevarán al suplicio ; mas al tercer día resucitará. Cuando llegó al pie del monte de los olivos, en- cargó á dos de sus discípulos que fueran á desatar un jumento que había á la entrada de Betfagé, y se lo trajeran para entrar en Jerusalén, montado en la humilde bestia. Al enterarse el pueblo de que Jesús se acercaba á la ciudad, salió en tropel á recibirle con ramos de palmas, gritando entusiasmado : «¡Hosan- na al Hijo de David ! ¡Bendito sea el que viene en el " E : o p > > 7 IAN PAS ld: A Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. nombre del Señor ! ¡Hosanna en lo alto de los cielos ! » Muchos tendían en el camino sus mantos al pasar Je- sús ; otros alfombraban el suelo con follaje. La grite- ría de los unos aumentaba el clamoreo ensordecedor de los otros, y unas muchedumbres atraían otras nue- vas, picadas de curiosidad ó movidas tam'i'n por el deseo de conocer y aclamar á aquel maravilloso hombre : «¡Hosanna ! ¡Bendito sea el rey de Israel ! » Consideremos aquí la inconstancia de los hombres y la vanidad de sus aplausos. Jesús es ahora vitoreado por el pue-
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