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— 202 — mismo. » — « Maestro, dijo el joven, todos esos man. damientos he guardado desde mi niñez; ¿me queda alg n otro por cumplir ? » Dirigiendo Jesús una mira. da tierna al mancebo, dijo : « Aún te falta una cosa: si quieres ser perfecto, vende tus bienes y reparte el producto entre los pobres, con lo que tendrás un te. soro en el cielo; luego ven, y sígueme.» A estas pala- bras entristecióse el joven muchísimo, porque er inmensamente rico; y observándolo Jesús, dijo ¿4 los discípulos : «¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que poseen riquezas ! Más fácilmente entrará un camello por el ojo de una aguja, que un rico en el reino de los cielos. » — « Si así es, dijeron los circunstantes, ¿quién podrá salvarse ?» — Y Jesús añadió : «Lo que es imposible para el hombre, es po- sible para Dios. Quien por amor de mí haya abando- nado padres y hermanos, mujer, casa é hijos, recibirá el céntuplo en este mundo y la vida eterna en el otro. » Los ricos pueden servirse útilmente de sus riquezas para asegurar su salvación en vez de arriesgarla, si generosamente reparten limosnas entre los pobres, les socorren en sus necesí- dades y ayudan á las obras de caridad y al sostenimiento del culto divino. Dios niega al pobre las riquezas, para que con l: paciencia de su estado logre una bienaventuranza dichosa;y otorga al rico bienes de fortuna, no para gozar de ellos inde- bida y desmedidamente, sino para que, administrándolos con rectitud y auxiliando con ellos las necesidades de los pobres, asegure la corona inmortal de la gloria, que la abundancia de bienes materiales la ponen en tanto riesgo de perderla. EL TRIBUTO AL CÉsaR. — Deseosos los escribas y fariseos de coger á Jesús en alguna expresión menos correcta, con que tener ocasión de acusarle ante la autoridad civil, enviaron á varios de sus: secuaces en unión de algunos partidarios de Herodes á pregun- tarle : «Maestro, no podemos menos de reconocer por tus hechos que eres un hombre integérrimo, de- fensor apasionado de la verdad y de la justicia, y que

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