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— 198 — —, » Mas á eso de las doce de la noche despertaron todas sobresaltadas, al percibir en la oscuridad una voz, que decía : «Ya se acerca, ya se acerca el esposo, venid á recibirle. » Levantáronse todas con presteza, y atizaron sus lámparas; pero observando las vírge- nes necias que iba acabándose el aceite, dijeron á las prudentes : « Hacednos el favor de darnos un poc de vuestro aceite, pues nuestras lámparas se apagan. , « Hijas, respondieron las prudentes, no podemos complaceros, porque quizá no habrá bastante si re partimos entre todas; preferible es que vayáis á kh tienda á comprarle. » ¡Desdichadas ! Mientras ellas compraban aceite, llegó el esposo, y las vírgenes pru- dentes le acompañaron con las lámparas encendidas al salón donde debía celebrarse la boda, y cerraron la puerta. Al poco rato llegaron también las necias: y viendo cerrada la puerta, clamaban angustiadas: «¡Por compasión, Señor, ábrenos ! » — Mas el esposo contestaba por dentro : « No puede ser ; no sé quienes sois. » «Andad, pues, con tiento, porque no sabéis el día ni la hora. » REPARTICIÓN DE LOS TALENTOS. — Esta pará: bola la refirió Jesús para darnos alguna idea de la estrecha cuenta que nos ha de pedir de nuestros ac tos el juez eterno en el último día : « Debiendo de par- tir cierto hombre, dice, para lejanas tierras, llamó á sus criados, y entregó á cada uno la cantidad de di- nero proporcionada á su capacidad, para negociar durante su ausencia. A uno dió cinco talentos, al otr dos, y al tercero uno sólo. » El que había recibido cinco talentos, ganó, negociando con ellos, otros cinco, y el que recibió dos, ganó á su vez otros dos mas el que recibió uno solo, lo escondió debajo de la tierra. »

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