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Dios y le niegue la obediencia y adoración debidas ; por el con- trario, San Miguel y sus ángeles inspiran á los hombres pen- samientos buenos, les mueven á resistir á las tentaciones de los espíritus malignos, y hasta evitan muchas veces que nuestros cuerpos hallen una muerte segura ó nos suceda alguna des- gracia. 3. El Paraíso. El Paraíso era un lugar de delicias, un hermoso jardín, plantado por la mano del Señor para morada y recreo del hombre. Había allí todo género de árbo- les los más vistosos y de más sabroso fruto, y en el centro estaban el árbol de la vida y el árbol de la cien- cia del bien y del mal. Un río, que allí mismo nacía y luego se dividía en cuatro brazos, fertilizaba tan ameno lugar, cuya guarda y cultivo encargó Dios al hombre. Claro está que en aquel estado de santidad y jus- ticia originales, el trabajo requerido para el cultivo de ese jardín no le era penoso á Adam; pero fué vo- luntad de Dios que el hombre estuviese ocupado en todo tiempo. Encomendóle también su custodia, pues era menester guardarlo cuidadosamente de las fieras, que, aunque sometidas al hombre, debían ser vigiladas y reprimidas; pero el enemigo á quien de- bía principalmente ahuyentar, no tanto del jardín de delicias cuanto del paraíso del corazón, era el de- monio, que más tarde debía de ocasionarle tantas desventuras. 4. Formación de Eva. El Señor fué presentando ante Adam, así los ani- males terrestres como las aves del aire, para que pu- siese á cada uno de ellos su nombre. Y como poseía grandes conocimientos sobre la naturaleza y sabía perfectamente para qué servía cada uno de los ani- males y de las aves, les fué poniendo nombre propio
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