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— 187— samo precioso, y postrándose á los pies de Jesús, co- menzó á regarlos con sus lágrimas y á enjugarlos con sus cabellos ; y besándolos después con respeto, de- rramaba sobre ellos el estimado bálsamo. El fariseo miraba fijamente á Jesús, y se decía : «Si este hombre fuera profeta, bien sabría que es una pecadora esa que está á sus pies. » Sabiendo Jesús perfectamente lo que el fariseo murmuraba en su corazón, le dijo : «Simón, tengo que decirte una cosa. Un hombre te- nía dos deudores, que le debían, el uno . 00 denarios, y el otro 50; y como ninguno de los dos podía pagar- le, perdonó la deuda á entrambos. Ahora bien, ¿cuál de ellos le amará más ? » — « Yo pienso, respondió Simón, que aquel á quien se perdonó mayor canti- dad. » — « Has juzgado rectamente, dijo Jesús. ¿Ves esta mujer ? Cuando yo entré en tu casa, tú no me diste agua para lavarme los pies, al paso que esta mujer los ha regado con sus lágrimas y enjugado con sus cabellos. Tú no me has dado el ósculo de paz; pero ésta, desde que llegó, no ha cesado de besarme los pies. Tú no me has ungido la cabeza con el óleo; y ella ha derramado en mis pies un perfume de gran precio. Por lo cual te digo que le son perdonados muchos pecados, porque ha amado mucho. » Diri- giéndose después á Magdalena, le dijo : « Tus pecados te son perdonados; tu fe te ha salvado; vete en paz.» 22. Jesús hace la apología del Bautista. | Juan Bautista no cesaba de reprender á Hero- des Antipas por las relaciones escandalosas que este principe mantenía con Herodías, mujer de su herma- no Filipo. Herodes, despechado, mandó prenderle y encerrarle en un oscuro calabozo; y aun de buena gana hubiese ordenado su muerte, si no fuera por temor de alguna sublevación popular, pues las gentes quo ARTE TIT j d AE une acertó Da RA as

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