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185 ate, ordena que hagan sentar á la muchedum alli si ñ noobsta bre. Era aquei un sitio cubierto de yerba, y sentaron unos cince mil hombres. Jesús tomá panes en sus manos, y, luego de dar gracias á uu Eliz- no Padre, repartiólos por medio de sus discípulos vn tre la muchedumbre, dando á cada uno cuanto que E " 1 3 E > - ría. Cuando quedaron saciados, mandó recoger los pe dazos sobrados, y halló que llenaban doce cestos, no habiéndose ofrecida mas que cinco panes y dos pecus A vista de este milagro exclamaron, asombrados, El milagro de la multiplicación de los panes. aquellos hombres : «¡Este es sin duda el gran profe- ta que había de venir al mundo!» Conociendo Je- sús que intentaban proclamarle rey, huyó él solo hacia el monte. LA CANANEA. Cierto día, presentóse á Jesús una mujer cananea, exclamando : «¡Señor, hijo de David, ten piedad de m', pues mi hija se ve cruel- mente atormentada por el demonio ! » Fingiendo Je- sús no escucharla, caminaba sin hacer caso de ella ;

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