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— 182 — — riesgo de sumergirse por el excesivo número de peces recogidos. Lleno Pedro de respeto y admiración á ka vista de un suceso tan extraordinario, se arrojó á los pies de Jesús, exclamando : «¡Señor, apártate de mí, que soy un pecador ! » — « No temas, le dijo Jesús; desde ahora serás pescador de hombres. » EL PARALÍTICO. — Estando Jesús en una cay de Cafarnaún, rodeado de fariseos y de doctores de la ley, llegaron cuatro hombres, trayendo sobre un camilla á un paralítico. Quisieron entrar por la puerta para llevárselo á presencia de Jesús; mas era tal ka muchedumbre que se agolpaba á la entrada de la e. sa que, no pudiendo abrirse paso por allí, subieron ql terrado, y desde all. bajaron al enfermo á la sala don. de estaba Jesús. Viendo éste la fe de aquellos hom. bres, dijo al paralítico : « Hijo, tus pecados han sido perdonados. » Escandalizados los escribas y fariseos de oirle hablar de este modo, murmuraron dentro de sí mis mos : « Este hombre está blasfemando, porque propio es solamente de Dios perdonar los pecados. » Adivi- nando Jesús sus pensamientos, les dijo : « ¿Por qué pensáis tan mal dentro de vuestros corazones ? ¿Cuál de estas dos cosas es más fácil de decir : se te perdo- nan tus pecados ó levántate y anda ? Para mostra- ros, pues, que el Hijo del hombre tiene potestad para perdonar los pecados, ordeno á este paralítico que se levante, tome su camilla y vaya á su casa. » Al punto se levantó el enfermo, y cargando la camilla en sus hombros, volvióse á su casa alabando á Dios. EL PARALÍTICO DE LA PISCINA. — Había en Jeru- salén una piscina, llamada en hebreo Betsaida, con cinco pórticos, donde el ángel del Señor descendía de tiempo en tiempo para agitar el agua; y el primer enfermo que se metía en la piscina luego de agitada

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