BCCPAM000313-2-05000000000000

— Ha los hombres, le reconoceré y me declararé por él de- lante de mi Padre ; mas á quien me negare delante de los hombres, yo le negaré delante de mi Padre. No he venido á traer la paz á la tierra, sino la guerra. » Quien ama al padre ó á la madre más que á mí, no es digno de mí ; y quien ama al hijo ó á la hija más que á mí, tampoco es digno de m. Quien no carga con su cruz y me sigue, no merece ser m'o. El que á vosotros escucha, á m me escucha ; y el que á voso- tros desprecia, á m' me desprecia. Confiesan públicamente á Jesucristo los que, sin avergon zarse de practicar su doctrina, cumplen los divinos manda mientos y ejecutan actos de piedad y de religión, conforme á las enseñanzas del evangelio. Estos pueden fundadamente esperar que Jesucristo abogará por ellos ante el acabamiento de su eterno Padre para introducirlos en la gloria. En cambio, los que no practican las virtudes enseñadas por Je ucristo, te- man que éste se avergúence de abogar por ellos en el día de la cuenta. 20. Milagros obrados por Jesucristo. LA PESCA MILAGROSA. — Cierto día que estaba Jesús en la ribera del lago de Genesaret, por otro nom- bre mar de Galilea, era tanta la muchedumbre que se apiñaba á su alrededor, que, para dirigirle la palabra de manera que todos le oyeran, le fué preciso subir á la barca de Pedro y ponerse algo distante de la ri- bera. Desde allí habló el Señor al pueblo y le enseñó su divina doctrina. Después dijo á Pedro y á su her- mano que, guiando la barca mar adentro, echasen las redes para pescar. « Maestro, decía Pedro, toda la noche hemos estado fatigándonos inútilmente ; sin embargo, entu nombre echaré ota vez al agua la red.» Cuando quisieron recogerla, era tal el número de peces que en ella cayeron, que estuvo á punto de romperse. Ayudados de otros compañeros, lograron recoger la red, y vieron con asombro que as la barca de Pedro como la de sus compañeros corrían grave E” E

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz