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— 173 — fijos los ojos en Jesús, el cual les demostró palmaria- mente que Isaías se refería á su persona en esta pro- fecía. Por eso les dijo en tono majestuoso : « Hoy se cumple entre vosotros el pasaje de la Escritura "que acabáis de oir. » Todos quedaron pasmados oyéndole razonar con tanta gracia y sabiduría; mas no por eso le tuvieron por el Mesías, sino por el hijo del carpintero, como hasta entonces le habían considerado. Jesús les dijo : «Ningún profeta es bien recibido en su patria. » % para advertirles que esto suele ser causa muchas ve- ces de que los pueblos se vean privados de los bene- ficios que el Señor sin duda les otorgaría, si recibie- sen con las debidas consideraciones á sus enviados, añadió : « Por eso el profeta Elías, durante la famosa hambre de Israel, fué enviado á la viuda de Sarepta ; y aunque en tiempo de Eliseo había muchos lepro- sos en Israel, no fué enviado á ellos este profeta para que los curara, y sí á Naamán, natural de Siria.» Ciegos de cólera los judíos al escuchar estos razona- mientos, le arrojaron de la sinagoga y le condujeron á la cima del monte sobre que estaba edificada la ciudad, para despeñarle en sus barrancos. Jesús, estando ya al borde del precipicio, se volvió de sú- bito y pasó con toda tranquilidad por medio de sus enemigos sin recibir daño alguno. 17. Jesús y Nicodemo. Estando Jesús en Jerusalén, fué á hablarle cierta noche Nicodemo, varón principal entre los judíos, perteneciente á la secta de los fariseos, y le dijo : «Maestro, ya se ve que eres enviado de Dios pues si así no fuera, no obrarías los milagros que haces. ¿Qué debo yo hacer para conseguir la bienaventuranza eterna ? » — Jesús respondió : «El que no volviere á nacer, no podrá tener parte en el reino de Dios. » —

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