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— 164 — — da la fiesta, quedóse Jesús en Jerusalén, sin adver- tirlo sus padres. Persuadidos éstos de que volvería en compañía de los amigos y parientes, buscáronle entre ellos á su llegada á Nazaret, y, al no hallarle, tornáronse llenos de angustia é inquietud á Jerusa- lén, donde, pasados tres días, le hallaron en el tem- plo, discutiendo con los doctores. Su madre le dijo: « Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros ? Ty padre y yo, llenos de aflicción, hemos andado á ty busca. » Jesús contestó : « ¿Por qué me buscabais? ¿Ignorabais que debo ocuparme en las cosas perte- necientes á mi Padre ? » Vueltos á Nazaret, vivió Jesús obediente á to- das las indicaciones de María y de José; y á medida que crecía en edad, crecía también en sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres. , 8. Predicación de Juan Bautista. Juan Bautista, hijo del sacerdote Zacarías, apa- reció por aquel tiempo en el desierto de Judea, ex- hortando á las gentes á hacer penitencia de sus peca- dos, si deseaban alcanzar el reino de los cielos. Ves- tía un traje hecho de piel de camello, y se ceñía con un cinturón de cuero, siendo su alimento langostas y miel silvestre. Tal era el fervor de su espíritu y tan arrebatadora su elocuencia, que muchos, después de virle, abrazaban sus doctrinas, y él mismo los bauti- zaba en las aguas del Jordán. A los fariseos y sadu- ceos, que ro cumplían sino las exterioridades de la ley, y se alababan de tener pór padre á Abraham, los increpaba duramente, llamándoles raza de víboras, y asegurábales que no escaparían de la ira de Dios, si no hacían condigna penitencia de su hipocresía. Poderoso es Dios, les decía, para sacar de las piedras mismas hijos de Abraham. La segur está ya aplicada á la raiz de los árboles ; todo árbol que no

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