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a” ——_ Ocupado en esta gloriosa empresa, le sorprendij la muerte ; mas antes de entregarse á sus brazos, dij á sus cinco hijos Juan, Simón, Judas, Eleazar y Jo. natás el encargo de proseguirla denodadamente hast llevarla á feliz término. « La gloria eterna, les decía será la recompensa de vuestros trabajos. Tened pre sentes los ejemplos de constancia recibidos de nues tros antepasados, y no olvidéis que jamás han sidi confundidos quienes pusieron su confianza en Dios Sed dóciles á los consejos de Simón, cuya prudencj os dictará medidas acertadas; y dejaos conducir por Judas, cuyo valor y astucia os conducirán á k victoria. » 110. Judas Macabeo. Judas, que á causa de su extremado arrojo me. reció el renombre de Macabeo, no defraudó las espe ranzas de su padre ; terrible cual león en los comby- tes, y ardiendo en amor santo de la ley de Dios, de rrotó en varios encuentros á los generales de Antíoco, y desbarató con fuerzas mucho menores hasta cinc grandes ejércitos sirios. Rescató la ciudad de Jerusz- lén, y restableció el culto del verdadero Dios, cuyo Templo purificó de las profanaciones cometidas par los paganos, después de limpiar los atrios de las zar zas y malezas que los cubrían. Cuando llegó á oídos de Ant'oco, á la sazón en guerra con los persas, la noticia de los triunfos alcan- zados por los judíos, se estremeció de ira, y, abando: nando á Persia, púsose al instante en camino par Jerusalén, jurando que había de convertirla en sepul: ero de hebreos. Pero hay un Dios, árbitro de los des tinos de los hombres, castigador de perversos y ven: gador de injusticias, que, para abatir el orgullo del pérfido monarca, le hirió con tan terrible mal, qu su cuerpo, convertido en hervidero de gusanos, des
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