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Dios ; cumple sus santas leyes, muéstrate digno ému- lo de tus hermanos y arrostra la muerte con fe y va- lor, á fin de que por la bondad divina volvamos á | reunirnos en la gloria. » Aún estaba hablando la ma- dre, cuando el niño dijo en alta voz á los verdugos : 4 Í ¿Qué esperáis ? Yo no obedezco la orden del rey, sino la ley santa de Dios, trasmitida á nosotros por Moisés. » Ciego Ant oco de furor, atormentó á ma- dre é hijo aún más cruelmente que á los anteriores, y á fuerza de torturas obligó á aquellas santas almas á abandonar sus despedazados cuerpos. La conducta de estos bienaventurados hermanos es lec ción muy dura para aquellos jóvenes que por cosa baladi se exponen á perder la gracia divina. Estos valientes mártires pre firieron sufrir los más atroces tormentos antes de faltar á un precepto de la ley, cual era el de no comer carne de cerdo ; en » cambio, ¿cuántos jóvenes no quebrantan los divinos manda- mientos, y pierden porende la divina gracia, ya por no disgus i tar al amigo, ya por gozar de un momentáneo deleite ó por otros fútiles motivos ? i 109. Matatías. A tal extremo llegó el odio de Ant'oco contra el pueblo hebreo y sus venerandas instituciones, que no pudiendo + a soportar por más tiempo los judíos las 4 arbitrariedades de príncipe tan caprichoso, acabaron por sublevarse contra su opresor. Traspasado de do- h lor el Sacerdote Matatías, al contemplar las abomina- ciones y crueldades cometidas á diario por Ant.oco Ep fanes, clamaba con esforzada voz á sus paisa- ' nos : « Seguidme con ánimo resuelto los que os sentís abrasados por el celo de la ley de Dios. » Bien pronto se vió rodeado de un ejército de cinco mil hombres l aguerridos, con el que recorrió la Judea, destruyendo los altares de los ídolos, matando á los partidarios de ' Antoco y encendiendo en los corazones hebreos el deseo de su completa emancipación del yugo abo- rrecible de los sirios.

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