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rando ira y saña. Sabiendo poco después que Amán tenía preparada fre te á su casa una horca de cip- cuenta codos de alta para colgar de ella á Mardo- queo, ordenó el rey que de esa misma horca fuera sus. pendido el pérfido ministro. Asuero revocó el edicto de proscripción contra los judíos; y enterado de que Mardoqueo era tío de Ester, le revistió de la misma dignidad que Amán poseyera, asignándole sus bienes y rentas. En esta interesante relación Ester representa á la Virgen María, única mujer preservada de la mancha del pecado origi- nal y reina llena de misericordia, cuyas súplicas aplacan la ira de Dios, justamente irritado por los pecados de los hombres, ¡Dichosos los jóvenes que desde su más tierna edad profesan á esta misericordiosa madre, filial y constante devoción ! 105. Alejandro Magno en Jerusalén. En la época en que los judíos vivían pacífica- mente bajo el dominio de los persas, los soldados de Alejandro Magno y los del rey de Persia se hacían encarnizada guerra. Resentido el famoso conquista- dor porque los israelitas le negaran los subsidios que para la toma de Tiro pidió á Jerusalén, púsose inme- diatamente en marcha para castigarlos. Para recha- zar á tan formidable enemigo, no juzgó prudente el Gran Sacerdote Jado acudir á las armas ú oponerle tenaz resi te cia dentro da la ciadad; mas d spués de implorar el auxilio divino con rogativas públicas, salió al encuentro del vencedor, acompañado de los sacerdotes y levitas en traje de ceremonia y seguido de todo el pueblo. Al verle Alejandro con tanta ma- jestad, recordó al instante al misterioso personaje que en tiempos pasados te había prometido en sueños la conquista de Asia; y desechando los instintos de venganza, entró en Jerusalén para ofrecer sacrificios al Dios verdadero. El Gran Sacerdote le leyó el libro de Daniel, donde estaba predicho que un príncipe
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