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se tornaba en duelo al pensar que era despreciado de Mardoqueo. A la noche siguiente, no pudiendo Asuero conciliar el sueño, hizo que le leyesen los anales de | su reinado, y al llegar al pasaje en que se describe la conspiración de los dos eunucos descubierta por á Mardoqueo, preguntó á los criados : « ¿Qué recom- pensa se ha dado á ese hombre ? » Y le contestaron : Ninguna. » Al poco rato llegaba Amán con el pro- pósito de pedir al rey autorización para prender á Mardoqueo y mandarlo ahorcar. Asuero le preguntó qué debía hacerse con aquel á quien el rey deseaba honrar. Persuadido el orgulloso ministro de que Asuero no podía referirse á otro sino á él, respondió : «A ese hombre debieran vestir con púrpura real y pasearle por la ciudad montado en uno de los caba- llos del rey, llevándole del diestro uno de los prínci- pes más influyentes de la corte, diciendo en alta voz : $ Así es honrado aquel á quien el rey desea honrar. » «Bien está, repuso Asuero, vé en busca del judío Mardoqueo, y apresúrate á hacer con él cuanto aca- bas de decir. » Cumplido que hubo Amán con indecible repug- ' nancia y ánimo humillado la orden del rey, regresó | para asistir al banquete de la reina, muy ajeno de pie pensar que era este su banquete de despedida. Al pre Y guntar Ásuero á su esposa : « ¿Qué deseas de mí, Ester? aun cuando me pidas la mitad de mi reino, te lo con- cederé muy á gusto, » Ester contestó : «¡Oh gran rey ! ? si he hallado gracia en tus o os, salva mi vida y la de mi pueblo ; soy hebrea; mira cómo Amán, nuestro mortal enemigo, ha alcanzado el decreto de exterminio Í de todos nosotros, y no tardará en cumplirlo. » Gran sorpresa causó á rey y ministro la declaración de la | reina ; el ministro quedó petrificado de terror con el semblante lívido de espanto, y Asuero, montando en cólera, se levantó de la mesa y salió al jardín, respi-

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