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tinción de tribus, una especie de República, á cuya cabeza estatan el Sumo Sacerdote y un Consejo Su- remo. El pais fué dividido en cuatro provincias, á saber : al Oeste del Jordán, la Judea, Samaria y Ga- lilea ; y al Este del mismo río, la Perea. 104. La reina Ester. En tiempo de Asuero, conocido en la historia profana con el nombre de Jerjes l, vivía en Susa, ca- pital de Persia, un judío, llamado Mardoqueo, de la tribu de Benjamin, fiel observante de la ley de Moi:és y lleno del santo temor de Dios. Tides sus cuidados y cariño se habian reconcentrado en su sobrina Ester, joven huérfana de belisimas prendas personales, á la que, además de infundirle gran amor á la v rtud, dióleuna eduez ción muy esmerad 2. Ce mo estal a dota- da de tan peregrina hermosura, á nadie extrañó que el rey Ásuero la hubiese escogido para su esposa y la hiciera sentar en un trono junto al suyo, como reina y soberana de Persia. -—— Ester ocultaba cuidadosamente el origen de su nacimiento, siguiendo el discreto consejo de su tío, quien, por su parte no dejaba día sin pasar por delan- te del palacio, para enterarse de la salud de su sobri- na. En cierta ocasión, fingiéndose el dormido en la puerta del palacio, enterábase Mardoqueo cuidado- samente de la conjuración que dos oficiales del rey tramaban entre sí para matar á Asuero; el fiel cria- do corrió á dar conocimiento de ello á Ester, y ésta, á su vez, lo comunicó sin pérdida de tiempo á su es- poso, el cual, gracias á este aviso, pudo tomar con tiempo las debidas precauciones para asegurar su vi- da, suspendiendo de una horca á los conspiradores. Este suceso quedó consignado en los anales del reino. Sin embargo, no todo sucedía á tío y sobrina á medida de sus deseos. Amán, primer ministro y fa-
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