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139 — y al séptimo mes de su regreso se reunieron en Jeru- salén para celebrar la fiesta de los Tabernáculos; á este fin levantaron el altar de los holocaustos, y desde 1 aquel día los ofrecian al Señor mañana y tarde. Pero apenas empezaron las obras de reconstrucción de su 4 famoso Templo, los samaritanos, enemigos irreconci liables de los judios, inventaron contra éstos las más atroces calumnias, y con sus intrigas y falsas acusa ciones ante los reyes de Persia lograron interrumpir dichas obras. Hasta tal extremo abandonaron des pués los judíos esta noble empresa, que cuando Da río, hijo de Histaspes, tomó posesión del imperio, ya no se ocupaban sino en labrar sus tierras y en em bellecer sus fincas, dándoles muy poco que siguieran bi paralizados los trabajos de ree dificación del Te mplo 7 cuya cimentación estaba ya hecha. El profeta Ageo, santamente indignado por este abandono, echó en rostro á Zorobabel y á Josué el | poco interés que se tomaban en nrover al pueblo á proseguir las comenzadas obras hasta llevarlas á feliz término, manifestándoles que la sequía y este- rilidad de los campos eran debidas á ese descuido lamentable. Abrasados de celo los dos santos varo- | nes al escuchar las ardientes palabras del profeta, ex- Pal citaron entonces los ánimos de los israelitas para em- A prender con nuevo ardor las obras de reedificación. Llegó á su colmo el entusiasmo al anunciarles E Ageo que la gloria del nuevo Templo eclipsaría la del ¿ antiguo, porque el Deseado de las naciones, el Mesías tantas veces prometido lo honraría con su presencia. Con tal ardor prosiguieron los trabajos, que á los cua- ' tro años, el sexto del reinado de Darío, vieron coro- nados sus esfuerzos por el éxito más lisonjero. Cerca, ' pues, de veinte años había costado la reedificación del Templo, á contar desde el comienzo de las obras en el reinado de Ciro. Los hijos de Israel, los Sacerdo-
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