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— 138 taron á Baltasar en su propio palacio. Así sucumbió Babilonia, la célebre capital de los caldeos. A los pecadores acontece lo que al rey Baltasar, que pa: san la vida entregados á liviandades, y cuando llega la hora de la muerte, se encuentran desprevenidos, porque carecen de mé. ritos y de obras buenas, que son las que nos defienden de los asaltos del enemigo y nos aseguran una eternidad feliz. Son pesados por el inexorable juez en la balanza de la justicia, y como se hallan livianos de obras meritorias, les condena á las penas eternas. CAPÍTULO TERCERO. DESDE EL FIN DEL CAUTIVERIO DE BABILONIA HASTA JESUCRISTO. (Desde el año 536 hasta el nacimiento de Jesucristo.) 101. Libertad de los judíos. Cumplidos ya los setenta años de cautiverio pre- dichos por Jeremías, Ciro dió licencia á los judíos para volverse á Jerusalén y reconstruir el templo edi- ficado por Salomón. Este edicto llenó de alegría el corazón de los israelitas, que en número de cuarenta y dos mil tomaron la vuelta de Judá á las órdenes de Zorobabel, príncipe joven de la casa de David y Jo- sué, Sumo Sacerdote. Ciro restituyó á Sasabar, príin- cipe de Judá, por mano de su tesorero Mitridates los vasos sagrados de oro y plata llevados de Jerusalén por Nabucodonosor, los cuales eran en junto cinco mil cuatrocientos, y exhortó á los demás judíos que voluntariamente quedaban en Babilonia, á socorrer con dinero y ganados á sus hermanos repatriados. 102. Reconstrucción del Templo. El principal cuidado de los israelitas llegadosá su país, fué la reedificación del Templo de Salomón. Desde luego comenzaron á reconstruir sus ciudades,

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