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— 136 — furecidos, unos á otros : « El rey se ha vuelto judío; destruvó á Bel, ha muerto al dragón y quitado la yi. da á los sacerdotes ; » y, presa de rabiosa cólera, di. jeron á Evilmerodac : ó entregas á Daniel en nues. tras manos, ó acabaremos contigo y con tu familia, , Por más que el rey estimaba mucho al profeta, no pudo menos de ceder á las amenazas de sus alboro tados vasallos, y, en consecuencia, fué Daniel arrojado en el foso de los leones. Pero Dios es el árbitro de las vidas, no se mueve la hoja del árbol sin su beneplácito y, ásu mandato, la bravura de los leones se convierte en mansedumbre de corderos. Un ángel se apareció en Judea al pro: feta Habacuc, y asiéndole por los cabellos, le tras portó con la celeridad de un espíritu junto al foso donde estaba Daniel, para que diera á éste la comida que llevaba á los segadores. Al cabo de siete días, quiso el rey hacer duelo por Daniel, al que suponía devo: rado de los leones, y asomando al foso, vió al profeta sentado tranquilamente en medio de los feroces ani- males. Asombrado de tan grande maravilla, excla- mó : «¡Grande eres, oh Señor, Dios de Daniel!»é inmediatamente mandó que sacaran á éste y echaran á sus enemigos á las bocas de las hambrientas fieras, en cuyas garras fueron despedazados. 100. El festín de Baltasar. Ciro, rey de los persas, puso cerco á Babilonia cuyo rey Baltasar se sentía tan confiado dentro de sus gigantescas murallas, que no pensaba sino en place- res y orgías. Cierta noche, invitó á la corte á un esplén- dido festín, y mientras estaban brindando con las co pas de oro y plata que Nabucodonosor había roba: do del templo de Jerusalén, apareció una mano mis teriosa trazando con los dedos en la pared caracteres extraños, cuya significación no podían descubrir la
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