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! ! | prodigio, pero más que nadie Nabucodonosor, al ver paseando dentro del horno á cuatro mancebos. « ¿No fueron tres, decía á sus cortesanos, los jóvenes arrojados en el horno ? ¿Cómo es que veo cuatro, y de tan hermoso aspecto uno de ellos, que parece hijo de Dios ? » Sobrecogido de temor, expidió el pode- roso rey un decreto, ordenando bajo pena de muerte á todos sus súbditos adorar y reverenciar al Dios omnipotente de los tres jóvenes hebreos. 97. Nabucodonosor convertido en bestia. Llamado Daniel á presencia de Nabucodonosor para que le interpretara un nuevo sueño, quedó per- plejo y pensativo durante una hora, sin atreverse á proferir palabra; observando lo cual, suplicóle el rey que rompiera sin temor su imponente silencio, prometiéndole desde luego su favor y gracia aun en el caso de significar el sueño alguna grave calamidad para su propia persona. Entonces reveló Daniel sin embarazo el terrible castigo que Dios tenía preparado para humillar la soberbia de Nabucodonosor, redu- ciéndole dentro de plazo no lejano á la condición de las bestias. En efecto, cuando con mayor fruición contempla- ba el rey las magníficas obras que había mandado construir en Babilonia, se sintió repentinamente ata- cado de una extraña locura, por la que, creyéndose transformado en una bestia, huyó precipitadamente del palacio, y anduvo siete años errante por el cam- po, paciendo la yerba como los animales. Sus cabellos aparecieron desde luego como las plumas de un águi- la, y sus uñas eran semejantes á las agudas de un ave de rapiña. Al cabo de ese tiempo, recobró la ra- zón, humillóse ante el Dios Todopoderoso, volvió á ocupar el trono y reinó con más esplendor que antes.

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