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al Señor, Dios nuestro, porque no ha desamparado á los que en él confiaban. Al despuntar de la aurora, los soldados de Betu- lia acometieron con gran ímpetu al campamento de los asirios, que, sorprendidos con la salida inesperada de los judíos, acudieron á la tienda del general ; pero ¡ay! ¡cuál fué su terror y espanto al verle tendido en el suelo, bañado en su ps sangre ! Confusos Judit corta la cabeza al general ios y desordenados, emprendieron precipitadamente l: fuga, perseguidos largo trecho por los judíos. Agra- decida Betulia á la habilidad y heroísmo de Judit, la aclamaba diciendo : « Tú eres gloria de Jerusalén, l alegría de Israel y honra de nuestro pueblo. »

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