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i 4 ua nm 91. Judit. Holofernes, general de los asirios, después de haber asolado la tierra de Ismael, el país de Madián, la Mesopotamia y la Cilicia, y arrasado muchas ciu- dades y plazas, invadió el reino de Judea al frente de un ejército formidable. Habiendo puesto cercoá Betulia, mandó destruir las cañerías que conducían el agua á la plaza para rendirla más fácilmente; con esta medida y con la escasez de víveres que se iba notando dentro de la ciudad puso en tal aprieto4 su guarnición, que hubiera ciertamente sucumbido Betulia á no intervenir la valerosa Judit, viuda vir tuosísima, cuya piedad y heroísmo salvaron la situa- ción y hasta desbarataron al enemigo. Judit acudió ante todo al Señor, implorando su socorro por algu: nos días con ayunos y abstinencias; después, ins pirada por Dios, se quitó el cilicio, se vistió de sus mejores galas, derramó sobre su cuerpo perfumes preciosos y, acompañada de una criada, se dirigió al campamento de los asirios. Tan prendado quedó Holofernes de la hermosu- ra y discreción de Judit, que la dió licencia para en- trar y salir libremente del campamento. A los pocos días, ofreció Holofernes un gran banquete á los prin: cipales jefes del ejército, y habiendo bebido con ex- ceso. se retiró, embriagado, á su tienda, quedándose al poco rato profundamente dormido. Judit aprove: chó ese momento para entrar en la estancia del gene- ral y cortarle de dos tajos la cabeza con su propio alfange. Hecho lo cual, atravesó con su criada, como de costumbre, el campamento asirio, y entró en Betu- lia. donde, reuniendo al pueblo, le mostró desde una altura la cabeza de Holofernes, sacándola del talego de provisiones que llevaba la criada. « Alabad, decía Judit sosteniéndola con la mano, alabad todos

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