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119 mucho Raguel de ver á Tobías en su casa : y cuando se sentaron á comer, dijole el mancebo : «No he de comer ni beber si primero no me otorgas por esposa á tu hija Sara.» El ángel, á su vez, apoyó la petición del joven, y Raguel, accediendo gustoso á los deseos de ambos, concedióle la mano de su hija. Siguiendo los recién casados el consejo del ángel consagraron á la oración los tres días siguientes in- mediatos á sus bodas. Tobías, á indicación del mis- mo ángel, puso sobre cenizas de aromas pedazos del corazón y el hígado del pez, y con el humo que hizo producir, quemándolos, logró ahuyentar al demonio, en cuyas manos habían ya sido muertos siete jóve- nes que se habían casado sucesivamente con Sara. Entretanto el ángel, á ruegos de Tobías fué á recla- mar á Gabelo el dinero que su padre le había pres- tado. Raguel dió á Tobías la mitad de sus bienes co- mo dote de su hija; y al cabo de unos días, sospechan- do el joven que sus padres estarían muy inquietos por su suerte, habiéndose prolongado su ausencia con mo- tivo de la boda, se despidió con su esposa de Raguel. A la verdad, preocupaba grandemente á los pa- dres de Tobías su tardanza, sobre todo á su madre, que, presa de la mayor inquietud, subía todos los días á una altura, desde donde podía tender lejos su vis- ta, con el ansia de ver regresar á los viajeros. Cuando los distinguió, fué presurosa á participarlo á su ma- rido, quien, apoyado en el brazo de un criado, corrió á abrazar á su hijo. El primero en llegar á casa fué el perro del joven Tobías, y mostraba su regocijo agi- tando fuertemente la cola y dando saltos de alegría. Acordóse el hijo de que el ángel le había dicho: Cuando llegues á casa de tu padre, úngele los ojos con la hiel del pez, y recobrará la vista. » En efecto, tan pronto como el bondadoso joven frotó con ella los ojos de su padre, recobró éste la vista. PA E a DE + a, 7 Mii ea a sx Y

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