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A e A tante cesara la borrasca; los tripulantes se habían salvado, pero sus ojos contemplaron con honda pena cómo un enorme pez tragaba al desgraciado fugiti- vo. Pres días permaneció Jonás en el vientre del cetáceo, implorando la misericordia divina, al cabo de los cuales el pez le dejó sano y salvo en la playa ; y dócil ya á las órdenes del Señor, encaminóse para Nínive, cuyas calles recorrió exhortando á la peni- tencia á sus habitantes y exclamando con voz robus- El profeta Jonás. ta : «Dentro de cuarenta días Nínive será destruída. » Los ninivitas creyeron en las palabras del profeta ; vistiéronse de cilicio, ayunaron rigurosamente y se convirtieron á Dios, compungidos de sus pecados. Hasta el mismo rey, descendiendo de su trono, es- parció ceniza sobre su cabeza en señal de penitencia y trató de desenojar á Dios, diciendo á sus vasallos : «Abandone cada cual su mala vida, conviértanse todos al Señor. ¿Quié n sabe si se aplacará de este modo su ira, y se apiadará de nosotros ? » En efecto,

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