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— YA — guerras civiles y los asesinatos eran los escalones or. dinarios por donde se subía al trono. Israel se había separado de Dios, abrazando la idolatría, y Dios lp ibá á entregar en manos de los asirios. Sargón, rey de Asiria, puso sitio á Samaria con un formidable ejér. cito; y apoderándose de ella á los tres años, hizo pa sar á cuchillo á todos sus habitantes. Su rey Oseas y otros veintisiete mil prisioneros fueron diseminados por diferentes provincias del imperio de Asiria, y los pocos israelitas que quedaron en su antiguo país, mezclados con los nuevos colonos mandados por el rey de Asiria, se llamaron desde entonces samarita. nos, tan despreciados de los judíos, y cuya religión era una mezcla de paganismo y judaísmo. 83. El profeta Jonás. El profeta Jonás fué enviado por Dios á Nínive para anunciar á sus habitantes la próxima ruina de la ciudad en castigo de sus enormes maldades, si mw se convertían al Señor con sincera penitencia. ra Nínive ciudad muy populosa, capital del imperio de Asiria, entregada enteramente á la idolatría y á h impiedad ; razón por la cual Jonás hubiese preferido verla arrasada á predicar en ella la penitencia. Esqui: vando por lo mismo una misión que juzgaba inutil y peligrosa á la vez, se embarcó en Jope en una nave con rumbo á Tarso, capital de Cilicia. Pero apenas se vieron en alta mar, fueron envueltos en una tem: pestad tan horrorosa, que el mar amenazaba anegar entre sus ondas la nave. Para escapar del peligro, echaron suertes entre sí los tripulantes, á fin de aver: guar quién de ellos era el que excitaba la cólera div na. La suerte cayó sobre el profeta, quien, confesan: do su desobediencia al divino mandamiento, les ma: nifestó que la tormenta cesaría si le arrojaban al mar. En efecto, bastó echar al agua á Jonás para que al ins
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