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mán, enojado : « ¿Para qué bañarme en el Jordán ? ¿No son por ventura las aguas de Siria tan saluda- bles como las de ese rio ? Yo creía que el mismo pro- feta vendría en persona á curarme. » Sus compañeros le exhortaron á cumplir la orden del profeta, tan sen- cilla como era ; y habiéndola por fin cumplido pun- tualmente, se vió libre de la enfermedad. Lleno Naa- mán de reconocimiento, volvió á la presencia del pro- feta para ofrecerle regalos; mas Eliseo los rehusó. No pudiendo Giezi, criado del profeta, dominar los impulsos de la codicia, corrió tras el general para pe- dirle un talento de plata y dos vestidos de fiesta en nombre de su amo, aduciendo por motivo de su pe- tición la llegada inesperada de dos huéspedes. Naa- mán le entregó dos talentos en lugar de uno. Cuando Giezi volvió á casa, díjole el profeta: « ¿De dónde vienes ?» « Yo no he salido á ninguna parte, » con- testó el criado. Indignado el profeta por tan desca- rada mentira le replicó : « ¿Por ventura no te ví yo cuando el general bajaba del carruaje para salir á tu encuentro ? Tú recibiste de sus manos dinero y ves- tidos. ¿Cómo no ? Pero también su lepra se te comu- nicará. » En efecto Giezi se vió repentinamente cu- bierto de la asquerosa enfermedad. Hasta en su tumba obró milagros el Señor: porque mientras estaban enterrando junto á su se- pulcro el cadáver de cierta persona, apareció en el mismo lugar una cuadrilla de bandoleros, á cuya pre- sencia amedrentados los de la fúnebre comitiva, a- rrojaron el cadáver en el sepulcro de Eliseo, y apenas tocó aquel con los restos del santo profeta, tornó á la vida. 82. Fin del reino de Israel. Después de la muerte de Jeroboán II, rey de ls- rael, quedó el país en la más completa anarquía ; las

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