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— 112 caballos también de fuego, en el cual, como en un tor- bellino, fué súbitamente arrebatado el bienaventura- do Maestro. Eliseo le siguió largo trecho con la vista, acompañando con la mirada á quien no podía acom- pañar ya con el cuerpo ; y recogiendo del suelo, como recuerdo preciadísimo, el manto que á su Maestro se le cayó al ser arrebatado en el carro, tornó á pasar con él á pie enjuto el Jordán. 81. El profeta Eliseo. Dios obró muchos milagros por medio de este santo profeta. Con un poco de sal convirtió Eliseo en dulces y sanas las insalubres aguas de una fuente cercana á Jericó. Resucitó al hijo de una mujer, natural de Sunam. Dos feroces osos, salidos del bos- que, despedazaron á cuarenta y dos insolentes mu- chachos, que le llamaban, por pura chacota, « el cal- vo». Con el aceite que había en una pequeña taza, fué cierta mujer llenando muchos vasos á indica- ción del profeta, y con el producto de su venta pudo ella pagar la deuda á su acreedor. Predijo una desas- trosa hambre, que sucedió de hecho siete años des- pués, estando Samaria sitiada por los si ios, y fué tan grande, que las madres se comían á sus propios hijos; pero cuando más fuertemente atormentaba á los sitiados, anunció Eliseo que los víveres se vende- rían al día siguiente á precio ínfimo ; lo cual se verificó puntualmente, porque amedrentados los sirios por un pánico extraño que sembró en ellos el Señor, huye- ron precipitadamente á su país sin ser perseguidos de nadie, abandonando en manos de los hambrientos samaritanos sus abundantes provisiones. Un general del ejército de Siria, llamado Naa- mán, acudió á Eliseo para que le sanase de la lepra. El profeta le mandó decir por un criado que se lavase siete veces en el Jordán. Al saberlo, exclamó Naa-

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