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— 107 Así la impiedad de Jeroboán como la de Nadab, su hijo, castigó Dios por medio del general Baasa, el cual, habiíndose rebelado contra el rey y logrado apode- rarse de sus estados, exterminó á toda la familia de Jeroboán, sin dejar un solo vástago. A todos excedió en impiedad y abominaciones Acab, casado con la extranjera é impía Jezabel, á cuvas instancias introdujo en Samaria el culto de Baal, y persiguió cruelmente á los profetas. Apartado Israel de los caminos de Dios, se man- tuvo en revolución perpetua consigo mismo ; su tro- no estaba manchado con los más atroces crímenes; sus reyes escalaban las alturas del poder asesinando príncipes y degollando rivales ; el capricho de un am- bicioso Ó los antojos de un malvado gobernante va- lian más que las leyes de la justicia y se atendían con mayor esmero que las voces de la razón. 77. El profeta Elías. Caminaba el impío Acab á pasos agigantados por la senda de la maldad, añadiendo nuevos y más enormes crímenes á los atroces ya cometidos en tan- to grado, que, irritado el Señor, mandó al profeta Elías á decirle : « Vive el Dios de Israel que no caerá del cielo lluvia ni rocío, en castigo de tus maldades, hasta que yo lo diga. » Después de anunciarle este azote, Elías marchó junto al torrente de Carit, donde el Señor le sustentó de un modo portentoso, hacién- dole llevar por medio de un cuervo pan y carne todos los días por la mañana y por la tarde. Al cabo de algún tiempo, habiéndole enviado Dios á Sarepta, fué á hospedarse á casa de una pobre viuda, á quien ninguna otra provisión quedaba sino escasamente la cantidad de harina y aceite suficiente para hacer una torta. A ruegos del santo profeta y para recompensar la caridad de aquella mujer, hizo

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