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— 105 i escogida. » Salo y ' salén, mi ciuda: : su vida con impiedades ] últimos años « ¡bles : y dejando el trono á su hijo Roboán, murió á los cua- renta años de su reinado. 75. Cisma de las diez tribus. Cierto día, el profeta Ahías tomó su manto en presencia de Jeroboán, y dividiéndolo en doce par- tes, le dijo : « Toma diez partes para ti, porque el Se- ñor ha dispuesto dividir el reino á la 2 rte de Salo- món y entregar diez tribus á tu obediencia. » Ente- rado de esto Salomón, puso en juega , todas sus habi- lidades para apoderarse de Pa y quitarle1 vida; pero éste supo poner á buen recaudo su per- sona, refugiándose en Egipto, donde permaneció hasta la muerte de su perseguidor. Cuando Roboán tomó posesión del trono de su padre, presentóse Jeroboán pidiendo, de parte del pueblo, que disminuyese los impuestos exorbitantes con que lo había gravado Salomón. El nuevo mo- narea rechazó con arrogancia sus justas pretensiones, siguiendo los consejos de sus jóvenes amigos y dese- chando el acertado parecer de los ancianos, Esta con- ducta censurable produjo tan desastroso efecto en los ánimos de los vasallos, que, exasperados de no verse atendidos en sus quejas por el orgulloso principe le negaron la obediencia y proclamaron por rey en su lugar á Jeroboán. Las tribus de Judá y de Benjamín permanecieron fieles á Roboán ; mas las otras diez formaron el reino de Israel, cuya capital fué Samaria. Así la desmembración del reino hebreo como otros mu chos acontecimientos históricos, atribuyen los impíos á circun stancias y vicisitudes que rodean á la vida de las naciones ; pero es lo cierto que Dios toma parte muy principal en el desenvol vimiento de los pueblos, y que la decadencia de los imperios suele ser á veces castigo impuesto por el Señor, ya por peca dos cometidos por los reyes, ya también por la apostasía de las naciones. -
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