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— 98— Alianza desde Cariatiarín con solemnidad y Pompg inusitadas. Tenía doce ejércitos, compuesto cada uno de veinticuatro mil combatientes, á cuya cabeza puso como generalísimo á Joab. Envidiosos los filistes de su prosperidad, se aliaron entre sí para combatirl todos unidos. No se amedrentó David, atacóles con denuedo y asombrosa fortuna, consiguiendo arreba. tarles casi todas sus ciudades ; exterminó una parte de los moabitas, humilló á los amalecitas é idumeos, destrozó el ejército del sirio Adarezer, y se apoderó de Rabat, capital de los amonitas del este ; logrando su nombre fama universal, por haber extendido los términos de su reino desde el Eufrates al Mediterrá. neo y de la Fenicia al golfo Pérsico. Su único sentimiento fué no hallar morada digna para guardar el Arca de la Alianza. « ¿No ves, decía al profeta Natán, cómo yo resido en casa de cedro, mientras el Arca de Dios habita bajo una tienda de pieles?» Mas, á pesar de sus laudables deseos, el pro- feta le declaró que este honor estaba reservado para su hijo. 70. Caída y penitencia de David. Después de vencer David á todos sus enemigos, entregado á la ociosidad y á la molicie de una corte elegante, se dejó arrastrar por la vergonzosa pasión de un amor excesivo á Betsabé, hasta el extremo de conseguir que fuera infiel á su marido Urías Hetheo. El general Joab sitiaba á la sazón la ciudad de Rabat; y David le ordenó que, al tiempo de una acción muy reñida, colocase á Urías en el puesto más peligroso, con objeto de hacerle perecer en la refriega. De esta manera quedó el más santo de los reyes manchado con el doble pecado de adulterio y homicidio, y, lo que es aún más sensible, sin señal manifiesta de

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